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La fiesta de la talla 32


Sin aliento quedé al ver el elegante vestido de seda rojo en el aparador de una boutique de Palermo, Buenos Aires, a lo que mi amiga y compañera de viaje me animó a entrar y ver esos estupendos vestidos de fiesta.


- “Esa es una correcta elección”


-Cuando toqué el vestido largo de seda, me dijo una señorita muy amable.


- “Seguro se le verá sensacional” -, continuó.


Mi cara enrojeció por la pena, mi pulso se aceleraba y anticipadamente a lo que podría decirme la empleada del establecimiento solté el vestido y di dos pasos atrás.


Mi amiga sorprendida me dijo:


- ¿Qué te sucede?, ¿Te sientes mal?


Yo solo negaba con la cabeza apenada


La chica del establecimiento me preguntó,

- ¿Dije algo incorrecto?, le pido una disculpa, por favor.


Tratando de incorporarme les dije:

- No, no se preocupen, es tal vez el largo viaje que me hizo quedarme así, les pido me disculpen.


Mi mente pensaba, “seguramente la señorita de la boutique no tardará en enseñarme los otros vestidos pero en tallas extras”. Suspiré acostumbrada a que en mi ciudad esa era la costumbre.


La encargada de la tienda interrumpió mis pensamientos y me dijo:

- ¡Mirá! Que está lindo éste que nos acaba de llegar.


Y pensé “LAS TALLAS GRANDES, seguramente”. Pero ante mi asombro sacó una talla 32 y me lo mostró, un palazzo muy elegante en color negro de gasa y de un diseño poco común.


Con gran nerviosismo y voz temblorosa me animé a decirle:

- Pero… ¿tendrá una talla extra de casualidad?


- ¿Es para un regalo? –. Dijo la señorita.


- No, es para mí


Me miró desconcertada

- La talla extra me parece una exageración - respondió -. ¡Esta es la talla, y se le verá estupendo!


Sonrió y me condujo al probador. Al cerrar la puerta y comenzar a bajarle el cierre al vestido escuché la voz de la encargada diciendo: “si gusta le puedo ayudar a probárselo”


- ¡Claro! Seguramente está pensando ella que se lo voy a reventar - Me decía a mí misma con cierta frustración y accedí resignada a que no me quedara.


De pronto algo sorprendente sucedió: el vestido se deslizó con gran facilidad y la señorita subió el cierre. Me mostró unos zapatos altos, me los puse, y me llevó a una salita con espejos. ¡Quedé impactada ante lo que mis ojos veían! No podía creerlo.


Entonces, la señorita trajo bolsos, guantes, broches, chalinas y accesorios que me sugirió para combinar mientras yo sentía como si flotara en una nube de ilusión.


- ¡Amiga, te ves increíble! – Me dijo mi acompañante y en mi cabeza sonó y fue como una gran fiesta.


Comencé a llorar…


La señorita de nuevo dijo:

- ¿No le gusta?, puedo mostrarle otro modelo, ¿hice algo que la pusiera así? –. Su cara era de preocupación y desconcierto.


- No, no… en verdad lo siento – les dije a ambas, di un suspiró y les confesé lo que ocurría


Les conté que un año atrás yo tenía un gran sobrepeso, el cual había mantenido durante muchos años, y finalmente me acostumbré a ser siempre la “gordita”. Cuando iba a las boutiques no habían tallas para mí, las encargadas sólo me veían mal y me hacían comentarios como: “esa es la talla más grande, no tenemos tallas extras” y eso me desilusionaba bastante, hasta el grado de que decidí no comprarme ropa y olvidarme de mi figura.


Un día fui con la doctora que mes con mes me veía y me regañaba: “Señora, sigue subiendo de peso”, pero no me orientaba ni hacía nada más. Y me sentía frustrada, pues llegó el momento en que ya casi no comía nada y mi metabolismo hacía que yo siguiera subiendo y subiendo de peso. Estaba en verdad desesperada.


Al final encontré un lugar que prometí “enseñarme a comer”. Así que decidí darle una oportunidad. Estuve mes con mes y solo veía que en mi tarjeta de registro escribían unos cuantos gramos, a veces un kilo, luego nuevamente gramos, no podía darme por vencida, al menos estaba perdiendo esos gramos. Y así, de gramo en gramo, perdí al final 15 kilos.


- Hoy me doy cuenta que aunque mi cuerpo cambió, mi mente siguió siendo de una “gorda”, y seguía frustrada, porque me olvidé de mi persona. – Dije.


- No se preocupe más tratando de animarme – me dijo la señorita, mientras que mi amiga me abrazaba y secaba mis lágrimas.


- Bueno, bueno, hoy simplemente estamos de fiesta. ¡Celebremos porque hoy nace una nueva flaca y una mujer libre del sobrepeso para vivir de hoy en adelante con alegría! – dijo mi amiga


Y así comenzó mi historia, aprendiendo a disfrutar de la vida, haciendo cambios en mi vida, aceptando y amando mi cuerpo, sus cambios y mi figura…


Y por si se lo estaban preguntando, sí, me compré el vestido negro y sexy, el cual aún después de 15 años sigo conservando y ¡aún me queda! Ya no soy la mujer que se conformaba a usar blusones y vestidos enormes como casa de campaña para ocultarse. Hoy visto a la moda y sigo la buena costumbre de comer sano, de hacer ejercicio y, aunque por causas genéticas y de mi edad, tengo diabetes, no me ha costado mucho adaptarme a mi condición y mis niveles de glucosa se mantienen bien.


Soy una persona feliz, amo a mi familia y estoy a gusto con mi persona porque aprendí a quererme yo primero.


Y tú, ¿cuándo te vas a animar a amarte primero y ser feliz?

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