El caso Sofía
Es la hora del almuerzo en el jardín de niños y basta observar algunos para identificar una situación alarmante y prácticamente generalizada que pasa desapercibida relativamente en nuestros hogares, trabajos y escuelas.
Sofía tiene 3 años y hoy almorzará un Danonino, un Nito Bimbo acompañado de un poco de leche sabor chocolate, aun contenida en un vaso entrenador con dibujos animados, que denota la corta edad de la consumidora.
Son las 9:00 de la mañana y la pequeña niña está ingiriendo aproximadamente 9.2 cucharadas cafeteras de azúcar.
De acuerdo con la Asociación Americana del Corazón la cantidad de azúcar máxima tolerada para un niño preescolar es de 3 a 4 cucharadas cafeteras por día.
El almuerzo de Sofía no es responsabilidad del colegio, de los padres o de la sociedad, es reflejo de un sistema e industria repleto de estrategias corporativas diseñadas especialmente para esquivar normativas.
Hoy en día es casi imposible no ingerir azúcar; refrescos, jugos, bebidas deportivas, energéticas, yogurt, pan, sopas y hasta embutidos como jamón y salchichas lo contienen. Sin embargo, detectar el azúcar en la etiqueta de información nutrimental es difícil, por no decir casi imposible para los padres de familia, su uso se disfraza bajo múltiples nombres.
Azúcar innecesaria
Nuestro organismo no necesita ningún tipo de energía del azúcar añadida porque no contiene proteína, fibra, vitaminas y no contribuye de forma positiva con nuestra salud, sin embargo, puede producir obesidad, diabetes, ansiedad, depresión, enfermedades periodontales además de problemas cardiacos.
Las frutas y verduras contienen vitaminas, además de un tipo natural de azúcar excelente para nuestro cuerpo, por lo tanto, son la mejor opción.
¿Cómo se comercializa el azúcar?
En la actualidad el azúcar invade nuestras principales fuentes de abasto de alimentos, los supermercados se encuentran repletos de productos perfectamente envasados y diseñados para captar la atención de diferentes tipos y edades de consumidores, pequeños anaqueles al alcance de los niños, colores llamativos y personajes de películas de moda impresos en empaques de leche, galletas y chocolates, dulces con juguetes y calcomanías en el interior, todo hermoso, llamativo y hasta coleccionable.
En cuanto a los padres la industria ofrece practicidad, papas fritas envasadas para cada día de la semana, botes de leche y salchichas que sólo hay que introducir a la mochila cada día y el problema del almuerzo está resuelto.
La publicidad hacia los padres se centra en prometer cualidades nutrimentales a los alimentos procesados que en realidad no poseen, chocolate en polvo que promete niños más inteligentes, galletas con sabor a mamá, cereales que prometen incrementar las habilidades físicas y capacidades deportivas de los niños al aportar “energía”, todo una triste combinación de colorantes y azúcar para la generación que se pronostica tendrá una menor esperanza de vida que sus padres.
¿Existe una solución?
En este caso, la solución parece compleja, pero en realidad es sencilla, únicamente requiere una meticulosa organización y un arduo trabajo en equipo por parte de profesionales de la salud, padres de familia y educadores.
La solución consiste en cambiar la comida procesada por alimentos sanos, esforzarnos por regresar a aquella época donde el almuerzo era preparado en casa y se basaba principalmente en un ofrecer al niño un guiso a base de proteínas, frutas y verduras frescas.
Volver a la simpleza y a la vez compleja, benéfica fórmula del agua natural.
Una planificación semanal por parte de los padres de familia para “naturalizar el almuerzo”
Situaciones didácticas divertidas y enfocadas para instruir a los pequeños en las importancia de la adquisición de técnicas para una buena alimentación.
Un acompañamiento integral y cuidadoso por parte de profesionales de la salud encausado en la conservación del bienestar, el estado físico y el desarrollo saludable, emocional, educativo y nutricional del niño.
El cambio toma tiempo, sin embargo, el beneficio de la inversión es la salud de nuestros niños... y vale la pena.
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